domingo, 24 de mayo de 2009

UNIVERSOS QUE SE ENCUENTRAN. Y GARBIÑE INSAUSTI Y LA VIE EN ROSE

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Criterio. Testimonio.
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Las sesiones de narración oral artística, primero, y oral artística escénica con el transcurrir del tiempo, de un carácter, de otro, desde 1975, han traído a mi existencia a personas prodigiosas, de ésas que podrían protagonizar las mejores historias de ficción porque en la vida real son auténticas protagonistas y hacedoras. Así en Madrid, muy a fines del Siglo pasado o muy a principios de éste, llegó a mi universo y al de la Cátedra, Garbiñe Insausti.

Dos de las canciones de los años cincuenta más cercanas a mí son Autumm leaves y La vie en rose. Esta semana descubro que, más de cinco décadas después de que me provocaran el primer deslumbramiento ante su belleza, Garbiñe Insausti justo desde la belleza canta las dos. No deja de parecerme asombroso dada nuestra diferencia de edades. Nunca hemos hablado Garbiñe y yo de estas canciones. Somos amigos, en oralidad escénica he sido su maestro, y cuando nos reencontramos no hace tanto y escuché sus dos primeros discos escribí:

GARBIÑE INSAUSTI Y SUS EXCELENCIAS AL TRASMITIR SENTIMIENTOS Y RAZONES

Quien ha tenido la fortuna de ver y escuchar sobre un escenario a Garbiñe Insausti no la olvida. Ella sólo deja de ser presente porque pasa a formar parte atesorable del pasado. Tal es su autenticidad, sus multifacéticos saberes, sus poderes creadores. Y tales son sus excelencias. Escuchar cantar a Garbiñe en su disco Ibilia, o en el potente contexto del grupo Lantz y de su mágico folk contemporáneo; escucharla cantar, sea en euskera, francés o inglés, es compartir la fuerza o la ternura, la emoción o la vitalidad de una cantante verdadera que canta para sorprender y quedarse, expresar y quedarse, deslumbrar y quedarse, irradiar y quedarse por sus caudales humanos, musicales, artísticos. Cuando Garbiñe canta el presente es suyo y es imposible no emocionarse. Cuando Garbiñe canta el futuro es para sus creaciones y sus permanencias
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Ahora Garbiñe Insausti me vuelve a impresionar cuando veo y escucho en YouTube su creación de La vie en rose. La letra original, en francés, durante un minuto y treinta y nueve segundos. Blanco y negro. Vestuario negro riguroso. Afirmo que como totalidad artística el suyo es el mejor video de La vie en rose que puede verse en este momento en Internet. Como canción, las tres mejores creaciones, en mi criterio y sin discusión, la original de Edith Piaf, la de Louis Armstrong y la de Garbiñe Insausti.

Antes de escribir algo así, tan rotundo, he pasado varias horas conectado viendo, escuchando versiones de La vie en rose, las de Marlene Dietrich (en los años cincuenta) y Mirelle Mathieu (en este siglo) que, excelentes, en determinados momentos aportan matices de intención muy singulares, inéditos como inéditos los de Garbiñe para esta canción; las versiones tan profesionales de Julie Philippe y Donna Summer que respetan en esencia los sentimientos del original; la de Grace Jones, desde una depurada técnica de cabaret, y de tanta conexión con el público en la sala; y la tan externa y artificiosa de Dalida, imposible de terminar. Y hasta he escuchado, entre otras, una en español (y francés) de Edith Piaf, con el texto con que la ha cantado Sara Montiel (es imposible cantar con esa melodía la traducción literal al castellano), que me ha conmovido de principio a fin, en los dos idiomas.

La primera vez que compartí escenario con un grupo musical fue en Camagüey, a mediados de los años sesenta, y ocurrió más de una vez con un grupo profesional de música campesina, uno que, entre más, improvisaba décimas con gracia y destreza; en esa época yo estaba en el espacio escénico diciendo y/o leyendo mis poemas e introduciéndolos mediante conversaciones escénicas y anécdotas personales. La oralidad como la constante que ha sido, que es, en mi vida.

He compartido escenarios con grandes cantantes e instrumentistas, en especial a partir de 1975, desde en teatros y salas hasta en espacios emblemáticos al aire libre, desde sistemáticamente durante años hasta varias veces o por única vez con una o uno, u otra u otro u otros; he compartido escenarios con grandes cantantes, en Cuba y Venezuela, México y España, nacidos en distintos países y continentes. Hablo, por una parte, de cantantes que se han presentado como invitados en La Peña de Los Juglares (o de El Juglar) cuando la he codirigido y copresentado, o cuando la he centralizado unipersonalmente, de una lista que sería interminable, y entre otros muchísimos nombres señalo los de: Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, los de Vicente Feliú, Sara González y Noel Nicola /fundadores de la Nueva Trova Cubana, mundialmente famosos/; María Cervantes, Las Capellas y Las Hermanas Martí (canción y trova tradicional cubana, sin paralelos cada quien en su género/; Elena Burke, Farah María, Omara Portuondo y Marta Valdés /filing y otros géneros, cantantes cubanas de gran renombre internacional, además de ser Marta una compositora mítica/; Amaury Pérez y Argelia Fragoso y Miriam Ramos /compositor y cantante, y cantantes, respectivamente, cubanos excepcionales y de enorme prestigio/; y de otros países los tan reconocidos: Los Gambino y Nelly Vázquez /canción de autor y tango, Argentina/; Alexis Forero “Alekos” /varios géneros, Colombia/; Carlos Mejía Godoy y Los Palacagüinas /nueva canción, Nicaragua/, Oscar Chávez, Amparo Ochoa y Los Folkloristas /nueva canción, México/; Tania Libertad /canción, Perú/, Lucecita Benítez, Alberto Carrión, Danny Rivera y Haciendo punto en otro son /varios géneros, Puerto Rico/; Sonia Silvestre y Víctor Víctor /canción, República Dominicana/; Daniel Viglietti /canción de autor, Uruguay/; Simón Díaz y Alí Primera /trova, Venezuela/...

Y por otra parte, y sobre todo, he compartido escenarios con grandes cantantes e instrumentistas cuando he hecho recitales de mi poesía (o de cuentos orales) y he invitado a personalidades monumentales a cantar entre poema y poema de mis libros o entre mis acciones de poesía oral y/o experimental, de esos “mano a mano” entre quienes más recuerdo están: Teresita Fernández /la trovadora y compositora de renombre internacional tanto para adultos como para niñas y niños, Cuba, que musicalizó decenas de mis poemas y con quien compartí escenarios durante diez años seguidos cada semana, y en total a lo largo de diecisiete años, tanto en América como en España/; Jean Lewis /Australia, la cantante de nueva canción y de tantos otros géneros, la magistral reinventora de las intenciones de los textos de Bertolt Brecht, con quien me encontré en Cuba y me reencontré en México/; Guadalupe Urbina /Costa Rica, cantante y compositora que me dedicó una canción y que estuvo conmigo en su país, en México y en España/; Martha Jean Claude /la principal figura de la canción de su país: Haití, que además musicalizó mi poema A mí no se me ha muerto la esperanza/; Hebe Rosell /México, de origen argentino, y su rock culto, que estuvo a mi lado en México, Cuba y España, y posiblemente en Costa Rica/; Carlos Jaeger /canción de autor, Venezuela, que entre otros de mis textos musicalizó Nosotros los que amamos, cuyo video puede verse y escucharse en la Red, y que estuvo a mi lado en su país y en México y España, y al igual que Teresita y Hebe en escenarios como el de la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid y del Centro Cultural de la Villa hoy Teatro Fernán Gómez/; e igual de Venezuela las extraordinarias cantantes venezolanas Esperanza Márquez y la sin par Lilia Vera (siempre las recordaré conmigo en Caracas junto a Roberto Todd, y no olvidar a la cantante de igual jerarquía Cecilia Todd). Alekos, Guadalupe, Hebe y Carlos, como Garbiñe (y como otros dos jóvenes y talentosos compositores y cantantes españoles que han musicalizado textos míos: David Carretero y José María de la Morena, entre tantos) se iniciaron en la oralidad escénica conmigo. No voy a hablar de mi amistad con las inigualables Mercedes Sosa (Argentina) y Soledad Bravo (Venezuela), por citar dos casos, ni voy a detallar las decenas y decenas de poemas míos (y de letras de canciones) que han musicalizado compositores de resonancia tanto para la música de concierto como para la coral, o que han sido convertidos en canciones (entre lo más reciente la magnífica musicalización de Elvia Pérez Nápoles, de Cuba, de varios textos y, entre estos, la de A mí no me pintes girasoles), y estrenados, y mi amistad e interacciones con esos compositores, pero si me voy a permitir afirmar que algo pues debo conocer de músicos y cantantes, de creación musical...

Garbiñe Insausti canta como cantante y como actriz, y el video donde comparte La vie en rose es absolutamente memorable. Una creación en su decir (vocalidad, gestualidad) que muchos profesionales de las artes debieran ver, escuchar. Y analizar. Y que todo humano debería tener el privilegio de poder sentir.
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