viernes, 26 de septiembre de 2008

MUJER CAMINABA CON SERENIDAD POR LA AVENIDA. CUENTO PARA SER CONTADO.

JOSÉ VÍCTOR MARTÍNEZ GIL (México)
Segundo de los tres cuentos de la Serie:
Mujeres con piel de arena.
Del libro inédito de próxima edición
La línea entre el agua y el aire.
CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.

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MUJER CAMINABA CON SERENIDAD POR LA AVENIDA

La mujer caminaba con serenidad por la avenida y observaba las marquesinas, las ventanas, los edificios, el cielo. Caminaba desprendida de cualquier preocupación. De pronto se detuvo porque desde algún lugar le llegó una canción que no escuchaba desde que tenía cuatro años. Sobre todo la melodía le trajo aromas, sabores, texturas, distintas sensaciones: tristeza, melancolía y también una alegría vinculada a la presencia de esa canción cuando iba a bailarla en una fiesta del colegio. Se quedó paralizada y se dio cuenta de que la música provenía de una tienda. La canción terminó, pero la mujer la seguía escuchando por dentro. Adquirió conciencia de que deseaba tener el disco de esa canción. Fue, entró, se acercó a un encargado y le dijo que quería comprar la canción que acababan de poner. Y le precisó el título. El encargado le respondió que ellos no habían puesto esa pieza ni tenían ese disco. La mujer salió frustrada, no por no haber conseguido la canción, sino por advertir que en realidad ella no iba caminando con serenidad por la avenida.
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jueves, 25 de septiembre de 2008

DOCUMENTO: UNA ESCENA DEFINIDAMENTE HUMANA

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Discurso.
CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.
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PREMIOS OLLANTAY DEL CELCIT
LA TIERRA DE UNA ESCENA DEFINIDAMENTE HUMANA

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Consejo de Dirección de la Casa de las Américas.
Participantes y observadores de este Tercer Encuentro
de Teatristas Latinoamericanos y del Festival Mundial del Teatro.
Periodistas de la prensa nacional e internacional acreditada.
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Queridos amigos:

¿Qué me fascinó primero del teatro? Porque quedé fascinado desde la primera vez. ¿El ritual recién descubierto que enmarca toda representación a la italiana? ¿El contraste entre la tensa penumbra del lunetario y las luces, tan lejos aunque tan cerca, de la escena? ¿El vasto silencio de los espectadores? ¿La música acaso? ¿El vestuario? ¿La escenografía? ¿La conjugación armoniosa de elementos tan capaces de ser independientes? ¿Los actores allí, tan al alcance, tan de carne y hueso, y tan de pensamientos y acciones y sentimientos? O, casi paralelamente en mi experiencia, ¿el riesgo, el reto de equilibrista, el pase de magia desplegado por los actores callejeros? ¿La participación en plazas y parques, y hasta en los campos, de un público no por encantado menos vibrante? ¿La soledad de cada actor con su personaje y la relación de cada personaje con los otros personajes?
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¿Qué me fascinó del teatro? ¿Quizás el reparar en que existe alguien más que el actor, que la actriz? ¿El meditar sobre la presencia de un dramaturgo, de un director, de todo un colectivo que calladamente da sustento al hecho teatral, y antecede y coexiste con esos personajes, con esa historia? ¿Los personajes mismos? ¿La historia misma, ésa y no otra?
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Sí los personajes, sí la historia. Y para decirlo con precisión: Lo que me fascinó primero del teatro fue lo humano de esos personajes y lo humano de esa historia.
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He dicho que para mí el teatro no es la realidad puesta ante el espejo, sino la realidad recreada dentro del espejo.
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Así que me fascinó poder acercarme a la recreación de conflictos verdaderos por medio del teatro, acercarme a sentimientos humanos. Y hablo del teatro del único modo posible: como arte. Sentimientos humanos tan verdaderos en su verosimilitud, en su autenticidad, en su recreación de la vida como la vida que los entrega. Porque ellos son doblemente vida. Y ésa es la fuerza inderrotable del teatro cuando es ante todo teatro para ser vida.
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Lo humano: Principio y fin del teatro. Al mensaje humano, a la defensa de lo mejor del ser humano, al cuestionamiento humano debiera estar subordinado todo. Puesto todo en función de esa ceremonia solidaria para compartir no otra cosa sino vida. Y el arte como medio excepcional, como cauce y como impulsor de vida. El arte como renovación de la propia vida. Como afirmación, reafirmación, búsqueda, mágica experimentación de y por la vida.
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Cuando en 1976, como Delegado a la Cuarta Conferencia Internacional de Teatro del Tercer Mundo y al Tercer Festival Internacional de Teatro convocado por el Ateneo de Caracas, hable por primera vez con Luis Molina, y confié en sus proyectos y sueños, y responsabilizándome recomendé luego a la Casa de las Américas que se establecieran con el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) relaciones de colaboración, no pensé en otra cosa que no fuera la necesidad de interacción e intercomunicación de nuestro teatro continental todo, y, por supuesto, no imaginé que se establecieran los Premios Ollantay y que uno de ellos en el futuro me sería otorgado.
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Visto en el tiempo y en síntesis, fue sencillo: Hice lo que consideré debía hacer. Uno tendría que ser capaz de hacer siempre lo que debe. Y, como confiaba, me comprometí con esa confianza.
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Así que no únicamente coadyuve desde la Casa de las Américas a fortalecer la cooperación, sino que durante mis estancias en Venezuela y otros países, en medio de mis responsabilidades prioritarias con las instituciones de mi país, siempre hallé ocasión de preocuparme y de ocuparme de la labor conjunta con el CELCIT.
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Para satisfacción de nosotros, es decir, de los que creemos en el mejoramiento humano, en la libertad y la justicia; más de diez años después el propósito del CELCIT de trabajar por la integración teatral, de la escena toda, latinoamericana y caribeña es una hazaña real. Una hazaña poseedora de una marcada definición humana. ¿O no han tenido los teatristas nuestros una y otra vez la solidaridad en primer término humana del CELCIT y del Ateneo de Caracas? ¿O no han tenido nuestros teatristas el fervor de estas instituciones por el ser humano igual también a fervor por el teatro? Fervor en una época donde fervor en muchos países de América Latina y el Caribe es para tantos una palabra olvidada y maldita.
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Y son estas palabras, más que para agradecer los tres Premios Ollantay cuyas placas hoy se entregan, para agradecerles a Luis Molina y al CELCIT, a María Teresa Castillo y al Ateneo de Caracas, que no sólo hayan sobrevivido las instituciones en un medio no precisamente estimulante, sino que sean instituciones vivas, dinámicas, ellas sí generadoras de estímulos artísticos fervorosamente humanos.
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Que más de diez años después de aquella conversación con Luis Molina en una madrugada caraqueña, sea la Casa de las Américas la sede donde el CELCIT entrega hoy, en este 1987 de definiciones, premios tan significativos, y no sólo en lo cultural, como el otorgado en 1983 a Manuel Galich, en el rubro de hombre de teatro, y en 1986 a la revista Tablas del Ministerio de Cultura cubano, en publicación; habla por sí de los vínculos de la Casa de las Américas y el Ministerio de Cultura de Cuba, por una parte, y del CELCIT y el Ateneo de Caracas, por otra, en la defensa de lo específicamente teatral y de lo genuinamente teatral latinoamericano y caribeño. Y son justo la Casa de las Américas y el Ministerio de Cultura de Cuba los que me han pedido agradezca oficialmente a nombre de los cubanos, y seguro a nombre de la familia y compañeros guatemaltecos de Manuel Galich, esta entrega de las placas que representan los Premios Ollantay.
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Debo confesar que cuando me fue pedido el discurso para este Acto, ya andaba yo preparando las propias palabras de gratitud, así que se han entremezclado.
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Cuando en el Palacio de las Convenciones de Cuba, durante el Segundo Encuentro de Intelectuales de la América Latina y el Caribe, en esta Habana, pero en diciembre de 1985, escuché por los altavoces que me había sido otorgado el Premio Ollantay, me hice muchas preguntas.
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Conocía que, en el rubro en que me había sido otorgado, se lo habían concedido antes a prestigiosas instituciones, y, en los casos en que se había elegido a una persona del teatro -como es un galardón que se otorga por la totalidad de un quehacer y de una vida entregados al teatro- conocía que, mayoritariamente, los premiados eran personalidades de la escena de cerca o de más de setenta años de edad, lo que ejemplificaré con dos nombres claves, en orden alfabético: Juan Enrique Acuña y Javier Villafañe.
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¿Por qué entonces a los treinta y ocho años de edad me otorgaban el Ollantay, el Premio teatral, el Premio escénico más importante del continente, de Iberoamérica, y uno de los primeros galardones escénicos del mundo? En medio de la emoción comencé a buscar explicaciones. Que si ya yo llevaba veintitrés años en el teatro y en la conversación escénica profesional, que si dentro de lo teatral había realizado las más diversas profesiones y oficios; actor, dramaturgo, director, crítico e investigador; y también editor, asesor, jurado, conferenciante, profesor; y los no menos dignos, cada vez que fue necesario, de acomodador, tramoyista, luminotécnico, musicalizador, promotor, divulgador, y hasta a ratos escenógrafo y diseñador. Que si había publicado mis obras teatrales, se habían estrenado por medio continente, había obtenido primeros premios, había dirigido. Pero por algún motivo estas enumeraciones, que únicamente hago para la comprensión de lo que aún diré, no me tranquilizaban. Y continuaba buscando explicaciones. Que si mis recitales sobre escenario de poesía y de narración oral, que si los talleres impartidos y los narradores orales escénicos y grupos surgidos (grupos al estilo de La Peña de Los Juglares) constituían según los especialistas una renovación de este arte. Que si la proposición de que se me otorgara el Ollantay venía del movimiento teatral venezolano, había pasado por el tamiz del listado de finalistas que confecciona el CELCIT, y había sido evaluada por un Jurado Internacional de reconocidas personalidades a kilómetros y kilómetros de mi persona, y todos ellos debían saber lo que hacían.
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Por más que me decía a mí mismo, la angustia no me abandonaba. Hasta que de pronto me di cuenta que casi sin darme cuenta durante más de dos décadas yo no sólo había trabajado dentro del teatro, de la escena, de la cultura, sino que había podido hacerlo ininterrumpidamente. Y me di cuenta de que si yo había podido hacer tantas cosas distintas, si lo que había hecho se difundía y resultaba útil, era porque yo era parte de un movimiento teatral, de uno más amplio aún, cultural, y parte de las realizaciones de un pueblo, el pueblo cubano, y que era ello lo que permitía que yo obtuviera a los treinta y ocho años de edad lo que otros hombre y mujeres de la escena del continente obtenían a los setenta.
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Por fin con esta certeza me tranquilizaba. Porque ante todo con ese Ollantay que me había sido conferido se estaba premiando lo que nuestro pueblo ha hecho por los niños y jóvenes de nuestro país, por los adultos, y por los creadores del teatro, de la cultura, de nuestra tierra. Todo lo cual podría traducirse por darles horizontes en los que participar, por abrirles todas las puertas enaltecedoras, las del amor y las del hacer. Cómo pensar que era un Premio para mí, si en mi país existe un movimiento de teatro profesional (esto sin hablar de los numerosos colectivos de teatro aficionado) estructurado con coherencia y consistencia. Uno de los mejores y más capaces de accionar del mundo. Y todo lo que he hecho y hago se nutre de ese movimiento, se define gracias a la vitalidad y al poder creador de la corriente colectiva.
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Podía estar tranquilo, mi Premio era, es, un premio para toda la escena cubana. A esa escena, a ese movimiento lo ofrezco. Y a ese movimiento le agradezco. Y dentro de nuestro movimiento, en especial a aquellos que se comprometen conmigo en los espectáculos que dirijo modularmente para asumir la experimentación y el riesgo teatral.
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¿Quién habla de crisis de los hombres y mujeres del teatro?
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Pero a la par este Premio que se me otorgaba era, es, también un premio para la Casa de las Américas. Y es que la Casa, por más de veinticinco años, ha difundido la obra de todos nosotros. Me dije: Es ante todo un premio para Haydée Santamaría. Un premio, otro más, para Manuel Galich. Un premio para Mariano Rodríguez. Un Premio para Roberto Fernández Retamar. Un premio para todos los colaboradores de la Casa. Para todos y cada uno de los esforzados compañeros de esta institución que me formó durante ocho años en que pertenecí a su Dirección –y que me formó desde antes y que me sigue formando hoy–. Permítanme agradecer este Premio, con humildad, en su nombre.
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Un Premio también a agradecer a todo el movimiento teatral latinoamericano y caribeño. ¿O acaso yo no he tenido la fortuna de aprender de mis maestros? Y hablando de fortuna, pues no soy un hombre de éxito, pero si soy un hombre de suerte:
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He estado muy cerca de los otros dos de estos Ollantay.
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En 1983 integré en Caracas el Jurado que otorgó el Premio a Manuel Galich. Y en 1986, haciendo uso de mi derecho de premiado, propuse a la revista Tablas. En cualquiera de los dos casos los méritos son muchos e indiscutibles. Manuel Galich es en varios órdenes uno de los más valiosos fundadores del actual teatro continental. Tablas es la revista especializada que crítica y certeramente expresa el movimiento teatral de todo un país.
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Que sea en este Tercer Encuentro, continuador de aquel Primer Encuentro que Galich y yo soñamos, obtuvimos y organizamos, donde se entreguen las placas de estos Ollantay, es testimonio de que no nos hemos detenido, de que caminamos juntos, juntos crecemos y juntos venceremos.
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Y es que tengo la certidumbre de que ustedes, participantes y observadores de este Tercer Encuentro, cualquiera de ustedes, incluidos por derecho propio los periodistas y críticos del sector, es un juglar de lo escénico. Un ser humano creador de la tierra y del cielo, ante todo de la tierra de una escena definidamente humana.
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En cuanto a mí que, por propia voluntad, dejé todo y elegí ser nada más que un juglar contemporáneo, gracias. Después he sabido que si bien mi Premio fue otorgado predominantemente tanto por mi vida, trayectoria y obra teatral, fue tomada, además, muy en consideración mi propuesta, mi obra de la narración como hecho oral escénico; así que los premiados fueron y son también los tan indefensos, creadores, inventores y poderosos narradores orales escénicos.
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Permítanme por último, con relación a nuestra escena, la expresiva y la comunicativa, latinoamericana y caribeña, y desde una fascinación siempre renovada, recordar, yo que vengo de otros códigos y de creencias absolutamente distintas, unas palabras del TALMUD:
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“¿Si no soy para mí,
quién será para mí?
¿Pero si soy para mí solamente
quién soy yo?
¿Y si no es ahora
cuándo?”
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Discurso de agradecimiento de Francisco Garzón Céspedes, al Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) y al Ateneo de Caracas, en la Casa de las Américas, en nombre de esta institución, del Ministerio de Cultura de Cuba y en el suyo propio, en La Habana, Cuba, el 27 de mayo de 1987, ante cientos de personalidades del teatro y la intelectualidad mundial, en ocasión de la entrega de las placas acreditativas de tres Premios Iberoamericanos Ollantay en el marco del Tercer Encuentro de Teatristas de la América Latina y el Caribe y del Festival Mundial del Teatro de la UNESCO.
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lunes, 15 de septiembre de 2008

MUJER SENTADA A LA MESA. CUENTO PARA SER CONTADO

JOSÉ VÍCTOR MARTÍNEZ GIL (México)
Primero de los tres cuentos de la Serie:
Mujeres con piel de arena.
Del libro inédito de próxima edición
La línea entre el agua y el aire.
CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.
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MUJER SENTADA A LA MESA

La mujer, de unos sesenta años, rostro sin arrugas y ojos aceitunados se hallaba sentada a la mesa limpiando de piedras los frijoles. Depositaba los frijoles en un recipiente de barro para lavarlos, y acumulaba las pequeñas piedras al centro de la mesa. La mujer estaba enferma y pensó, preocupada, que dentro de unos días la operarían. Lo que más le inquietaba era el sufrimiento de los suyos. De repente se puso a contemplar el recipiente con los frijoles y el montículo de piedras. Se dio cuenta de que los frijoles valían más que las piedras, pero que duraban menos. La mujer cedió a un impulso, dejó caer los frijoles del recipiente sobre la mesa, y echó las piedras. Lavó y lavó con minuciosidad las piedras y las vacío en una olla con agua. Para que nunca pasara hambre, ésta será la sopa que dejará a su familia.
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martes, 9 de septiembre de 2008

SOÑAR DESDE LA VIDA PARA VENCER LA MUERTE. DOCUMENTO HISTÓRICO

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Discurso.
CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.
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Una acción cultural, un intelectual que pretende participar en el proceso de transformación social; que pretende ser medio o elemento formativo, impulsor, capaz de influir y aportar, capaz de coadyuvar al crecimiento de la sociedad, y, muy especialmente, al mejoramiento humano, debe tener conciencia de que no es posible integrarse a una transformación social haciéndolo desde afuera o desde arriba, sino que transformar significa también ser parte.
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Transformar conlleva la disposición a un profundo proceso de interacción donde el intelectual no sólo va a influir sino que a la vez va a ser influido, no sólo va a dar sino que va a recibir de la sabiduría acumulada por los pueblos, no sólo va a transformar sino que simultáneamente va a transformarse.
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Es que una acción cultural es ante todo una opción y una acción humanas: compromete el intelecto y compromete los sentimientos y vivencias todos de quien la asume.
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Por eso no es posible llegar a una acción cultural parcialmente, sino poniéndolo todo dentro de uno en juego, disponiéndose a asumir las complejidades de transformar, donde lo humano tiene que ser, es, lo primario; y disponiéndose a asumir lo complejo de ser transformado, con todo lo mucho y tan profundo que ello implica de contradicciones circunstanciales, de desgarramientos, de debate.
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Y que implica de reafirmaciones y fortalecimiento de nuestras verdades: si nuestras verdades son las verdades de la colectividad o pueden ser las verdades necesarias a la colectividad.
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Nuestra intención de participar debe tomar como punto de partida, de manera consciente nuestra propia y permanente transformación; nuestra certeza de que nuestros criterios y acciones culturales, nuestros modos de expresión y comunicación, no son esquemas, no son dogmas, sino verdades en las que creemos, pero que pueden ser enriquecidas, o que pueden encontrar nuevos canales, que pueden encontrar nuevas formas de comunicación que resulten necesarias, porque los modos de la comunicación no son, no pueden ser idénticos para todas las circunstancias, y de lo que se trata es de que cada vez logremos ser realmente útiles, realmente eficaces, realmente creadores.
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Y dicho así, pareciera que todo es muy diáfano, muy evidente, comúnmente puesto en práctica y, sin embargo, cuán difícil es en lo personal, en la acción cotidiana, debatir nuestras verdades y estar en disposición de crecer, de ser transformados.
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Hablo, más que de los principios esenciales que son vida, y los cuales están enraizados en nosotros a través de un largo proceso de vivencias, análisis y maduración; hablo de los modos de compartir esos principios, de los modos de ponerlos en práctica como normas de vida y como acciones específicas, de los modos de divulgarlos, de entregarlos, de darles aliento creador y de enriquecerlos en cada caso.
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Crear es ser solidario. Crear es un acto de amor.
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Amar es influir y ser influido.
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Amar es un resultado y se ama para ser mejor.
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Se crea para aportar, para compartir, para soñar. Para que la vida tenga un sentido, para vencer la muerte. A veces olvidamos que ser solidario es serlo a cada momento, es serlo en la existencia de cada día. La solidaridad humana es una bandera de triunfo; la cultura, uno de los modos de esa bandera.
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Palabras del escritor Francisco Garzón Céspedes en el Encuentro Cultural (de Escritores) Centroamericano, convocado por la Confederación Universitaria Centroamericana y la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), en San José, Costa Rica, durante varios días del tercer trimestre de 1985. Este Discurso abrió para Garzón Céspedes, su obra como escritor, periodista y hombre de teatro, y abrió para la narración oral escénica las puertas de Costa Rica, comenzando por las del prestigiosísimo Teatro Nacional (y las de su Directora: Graciela Moreno; espacio que es donde habla habitualmente el Presidente del país) y las Universidades de Costa Rica, la Nacional de Costa Rica y el Instituto Tecnológico de Cartago, así como las de los diarios y del Semanario Universidad (en verdad ya era amigo de su Director: Carlos Morales), entre otras de relevancia; las de EDUCA/CSUCA, que lo invitaron, ya las tenía abiertas de par en par gracias a su amistad e intercambios con la extraordinaria escritora, exministra de Cultura y Directora de EDUCA: Carmen Naranjo. Nota del Gabinete de Prensa de la CIINOE.
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sábado, 6 de septiembre de 2008

CUENTOS DEL OGRO. SIETE HIPERBREVEDADES CONTEMPORÁNEAS. CUENTOS PARA SER CONTADOS

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Colección Cuentos del ogro.
En Abril del 2008 estos cuentos fueron incluidos
en la Colección Gaviotas de Azogue 49,
y muy pronto reeditados, entre otros, parcial o totalmente por:
La Oveja Negra / Microrrelatos (Argentina),
Isla Negra (Argentina/Italia),
El Nido del Cuco / Centro de Poesía "José Hierro" (España),
Poética Digital (España) y Escena Libre (México).
CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.


AUTOENGAÑO

El ogro comenzó disfrazándose para los demás. Y ha terminado disfrazándose para sí mismo. Se cree normal. Se siente vegetariano. Se piensa exquisito. Es irreconocible para los normales.


CÍRCULO

Hombre alguno devoraría al ogro, ni mujer alguna lo lograría. El ogro, no obstante, es devorado. Y no por un animal. Lo devora entero el ogro de su pesadilla.


DIENTES

Los dientes son la mordida del ogro y bailan. Cuando la boca se retira, los dientes se quedan clavados a la carne. Podría tratarse de una dentadura postiza. Sólo que no lo es.


GOURMET

El ogro tiene mucha hambre. Ha cazado al cazador, pero no se lo come de inmediato porque el ogro ha aprendido de refinamientos. Decide prepararse una “delicatessen”. Invierte tiempo en ahogar al cazador. Le gusta la carne cruda reahogada.


PUNTERÍA

Desestimando que un humano lo es también por su capacidad incorpórea de venganza, el ogro escupe cada hueso del cadáver con tal puntería que rearma su esqueleto. Desde el viento, un hueso regresa a la boca abierta del ogro. Queda clavado en su garganta, oscilando, pulido a dentelladas como trofeo.


TÁCTICA

El ogro ladra al perro. Y el perro maúlla. El gato no. El gato abre la boca y no emite sonido alguno. El canario lo que hace es mugir. Tanto miedo provoca el ogro y su inusual conducta.


TUMBA

La manta le cubrió. Le cubre. Le cubrirá. No puede impedirlo. Ninguno de los dos puede impedirlo. Y eso que podría ser que no se gustaran. Son tela burda y cadáver. Es todo lo que hay para la tumba del ogro.

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MANIFIESTO DE LA PEÑA DE LOS JUGLARES EN EL PATIO DE SAN BERNARDINO. DOCUMENTO HISTÓRICO

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Arte es amor.

Desde siempre los juglares han devuelto al pueblo la sabiduría y la sensibilidad que el pueblo les entregó para que, transformadas en teatro o canción o narración oral o poema, en una palabra, para que, transformadas en arte, difundieran su luz hacia todos los corazones.

Desde siempre los juglares han buscado su público, se han comunicado con el pueblo de un modo diáfano, próximo; capaz de divertir y de enseñar, de emocionar y de propiciar la reflexión y la crítica.

Desde siempre los juglares han integrado las más diversas manifestaciones literarias, artísticas, en una fiesta profundamente solidaria que incita a todos a participar en el acto creativo.

Por estos rumbos, con nuevos bríos, anda un significativo torrente de la creación literaria, artística de hoy en Nuestra América: integración de las diferentes ramas del arte, participación del público. Y ello se enmarca, a su vez, en una revitalización de la práctica juglaresca, en una revitalización del encuentro cercano entre los creadores y su pueblo, de la conformación, entrega e irradiación cada vez más colectiva del hecho artístico.

Los juglares, hombres de teatro o cantores, poetas o mimos, pintores o bailarines, recorren hoy el continente a partir de estos principios artísticos de integración y participación, de poner al viento su corazón de pueblo, de compartir un arte que no sólo recree la realidad sino que contribuya a modificarla de manera siempre más justa hermosa, libre. El Centro latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) del Ateneo de Caracas, reconoce como expresión cumbre del arte juglaresco en América Latina y el Caribe en estos años, como impulsora de muchas otras de las experiencias que con un sentido juglaresco se realizan actualmente en nuestras tierras, a La Peña Literaria de Los Juglares, fundada en 1974 en el Parque Lenin de La Habana por dos reconocidos y excepcionales creadores: la compositora y trovadora Teresita Fernández y el hombre de teatro y poeta Francisco Garzón Céspedes. Peña Literaria de Los Juglares, donde han participado como invitados prestigiosos escritores y artistas de todas las manifestaciones y de todos los países de Nuestra América. Y donde Venezuela ha colaborado desde los primeros días, donde Venezuela ha tenido una tribuna para que sus promotores y organizadores artísticos, para que sus intelectuales, para que sus creadores todos compartieran, junto a Los Juglares, sus experiencias con un público en el que se halla el rasgo caribeño o el rasgo andino, la mirada de la pampa o del destello de los volcanes centroamericanos.

De Venezuela han estado en La Peña desde los dirigentes y creadores del propio Ateneo de Caracas, del CELCIT, del Grupo Rajatabla, del Ateneo de La Florida, hasta la presidencia de la Universidad Nacional Abierta; desde los escritores y hombres de teatro como César Rengifo o Luis Britto García, hasta músicos de diversos estilos como Alirio Díaz y Alí Primera.

Por todo esto, el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) se propone con este manifiesto ser el primero en homenajear a La Peña Literaria de Los Juglares en su décimo aniversario (1984), inaugurar, en ocasión de la visita de Francisco Garzón Céspedes a Caracas, La Peña de los Juglares en el Patio de San Bernardino, y dar a conocer la iniciativa de auspiciar, a través de sus filiales en el continente, el surgimiento de otras peñas, donde el arte juglaresco sea verdad y amor.
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CELCIT
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Publicado en el Diario El Nacional. Caracas, Venezuela,
9 de diciembre de 1983.
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TRES CUENTOS DE LA MARAVILLOSA PROFESIÓN DEL CONTADOR DE CUENTOS

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Cuentos breves de la Colección: Cuentos del contador de cuentos,
que en total consta de diez textos, y que ha sido la segunda
en el mundo (las dos de este autor) en tratar la figura
del narrador oral artístico, y la teoría y la técnica de este arte,
desde la ficción narrativa.
CIINOE. ciinoe@hotmail.co
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.
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CRISTAL
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El contador de cuentos, ante el asombro del enojadísimo genio, y puesto a elegir entre convertirse en cristal o en diamante, eligió convertirse en cristal. Tanto le importaba no perder la capacidad de transparentar una a una sus historias.
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PEGASO
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El contador de cuentos vio la posibilidad de realizar sus sueños de la infancia. Pidió a la imaginación cambiar: balancín de madera por alas.
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VIVENCIA
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El contador de cuentos decidió compartir aquel momento único de su pasado. Lo narró. Y fue y no fue el mismo suceso. Algo pareció completarse.
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